El primer paso fue una parada técnica en la casa de Aldo, donde nos equipamos con whiskey, maizena y espuma. Luego llegamos al populoso desfile, donde a pesar del tumulto y el zaperoco logramos encontrar un sitio para medio ver el desfile. Apenás llegamos empezó la recocha del agua, la maizena y la espuma. Uno no terminaba de limpiarse la maizena cuando otro ya atacaba con la espuma o el agua, y así fue toda la noche, hasta el punto de quedar todos empapados en agua. Pero se gozo la fiesta porque esto es Carnaval y él que vive es él que lo goza.
Del desfile puedo decir que aún conserva la autentica esencia del “carnaval del pueblo”, alegre, espontáneo, y sin sillas y palcos, que hacen del carnaval un lucrativo negocio para unos cuantos; también apareció el desorden y la improvisación, como en algunas carrozas, que no eran sino una tractomula con unos cuantos perendengues de adorno, o como en los edecanes de las reinas que llevaban una “vara” para apartar los cables eléctricos y permitir el paso de las carrozas. Tampoco ayudaron a adornar el desfile las comitivas de las reinas, la mayoría de ellas enganchadas en una “carroza” sin disfraz ni distintivo alguno, mientras las reinas se destacaron por su belleza y alegría, dejando en alto sus municipios. También se destacaron muchas comparsas que en una muestra de osadía y talento, ofrecieron un verdadero espectáculo. En fin, un buen abrebocas de lo que se viene en Barranquilla.