Lo que algunas veces puede ser una experiencia emocionante por el simple hecho de viajar en sí, por el motivo que sea, puede ser concebido también como una experiencia molesta, agobiante o hasta claustrofobica. Es que cada vez se me hace menos divertido ir a un aeropuerto, por sin numerables razones. Para empezar debes entre una y dos horas antes del vuelo siendo optimistas, mientras en un tren o en bus solo es cuestión de montarse lo suficientemente antes de que cierren la puerta. Por otra parte los atentados o intentos de han hecho que nuestro equipaje sea cada vez más pequeño y restringido. A la lista se puede sumar desde el extravío de la maleta hasta el cierre de una aerolínea que nos puede “dejar en el aire”, aunque, por suerte, no literalmente. Y la lista se completa con toda clase de contratiempos que, por pequeños que sean, convierten los aeropuertos en todo un epicentro de zaperocos o hasta un circo moderno, porque no?. La función incluye desde una fila que no se sabe donde empieza y escasamente donde termina, un turista “vivaracho” que se vale del supuesto desconocimiento del idioma para colarse, una tienda cuyo TPV no funciona, avisos de altavoz que no se entienden en ningún idioma o aerolíneas cada vez más tacañas. En fin, cada vez el circo amplia sus números y aerolíneas como easyjet, por decir una, hacen más meritos para llamarse “hardjet”.
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