Friday, February 02, 2007

Aquellas Vacaciones Universitarias


Un artículo de la revista Soho me ha hecho evocar memorias de aquellas vacaciones de época universitaria con amigos. Aunque no se puede dudar de la calidad y humor del escrito, hay que reconocer que es bastante cachacon y que en muchos aspectos no refleja ni expresa nuestro punto de vista como barranquilleros o costeños. Por eso he decidido escribir una versión propia y compartirla con ustedes.

El ambiente se alborotaba cuando se iban acercando las vacaciones y era hora de tomar playa, sol, cervezas y cazar cachaquitas. Entonces todo el mundo empezaba a llamar a ese amigo cuya familia tenía un apartacho en el Rodadero o en Cartagena. O en el peor de los casos, había que buscar donde colarse. De modo que no era extraño terminar en el apartamento del amigo del hermano del cuñado del padrino del ahijado.

El segundo tema a arreglar siempre fue el presupuesto, que incluía desde los que calculaban uno de 100 barras por día, hasta los que decían “loco, con 50 barras voy bien, allá veo como hago”. Y conseguirlos bien podía ser a base de ahorros, rifa pro-vacaciones, cadena en la peña, o “tu eres marica: pagamos todo con tu diners y después te pago, que yo estoy sin cupo”. Pero sea cual fuese el caso el caso el primer día siempre era el de más gasto, cuando se tomaba Old Parr y se almorzaba Pescado en restaurantes, mientras los últimos días la cosa cambiaba, y la “vaca” pa’l ron blanco incluía todo el menudito de los días anteriores, y a la hora de comer hasta el “puesto de perro” de la esquina estaba fuera de presupuesto, y tocaba arreglárselas con un lata de frijoles, un arroz blanco o una pasta con salsa de tomate fruco.


De la playa siempre quedan buenos recuerdos, sobretodo cuando cada quien aparece con su pinta y todo el mundo esta a la expectativa para la respectiva montada. Por la pasarela desfilan desde el que queriendo exhibir su musculatura aparece en lycra y camisilla dejando casi al descubierto toda su anatomía de garza playera, hasta el gordito que heredó una pantaloneta “happy lora” del papa, de esas doble faz, por un lao “floriá” y por el otro salmón. Eso sí cada quien con su pinta, pero no puede faltar la popular caminata a lo largo de toda la playa para buscar el grupo de cachaquitas solas y soltar los perros, que aunque no produzca resultados cada uno dirá que ya tiene teléfonos, y hasta casa, en Medellín, Pereira o Tunja.

Pasando de la playa a la casa, nunca falta una que otra “peleita” por una toalla mojada, por el turno de dormir en cama, o por que le dieron de baja a la nevera por la noche. Y en la cocina a sufrir, porque hasta a el cocinero designado del paseo se le queman los spaghetti, o porque nunca falta alguien que oyó que para cocinar el arroz se necesitan diez tazas de agua por cada de arroz.

En la noche cada uno alista su mejor pinta porque van a ver a la misma gente que en Barranquilla y uno se deber ver diferente para ir a las únicas dos discotecas buenas que hay, sí es que una no esta cerrada. Y si no hay mucha plata toca buscar cualquier chuzito por ahí como el de un cachaco que venda cervezas a mil o el reggae bar que pone el disco Legend de Bob Marley al derecho y al revés.

Cada día va pasando y la comedia sigue su función. Y es preciso el ultimo día, cuando te vas y no tienes plata, que conociste una pelada que quiere salir contigo. Y ni modo, le dices que pa las próximas vacaciones, porque ahora estas pensando en que tu amigos hagan la vaca pa tu pasaje, y con suerte te regresarás en un bus pullman de esos que paran de pueblo en pueblo, montan vendedores de chinchurría, y llevan hasta gallinas.
(Este escrito fué basado en hechos reales. Si usted se siente identificado con alguno de los personajes o situaciones, no hay intención alguna de herir su susceptibilidad).
(Las imágenes le fueron fusiladas a un tal matador de Soho)

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