Sunday, June 25, 2006

En días de Invierno


(Destino Alemania)

La madrugada del 8 de febrero cuando me levante, en un hecho bastante inusual, a las 4:20 y pensaba en Saarbrücken no me imaginé que transcurrían casi once horas para llegar a dicho destino. Esas eran las ya no desconocidas consecuencias de viajar en aerolíneas de bajo costo y a un lugar en el corazón de Europa pero lejos de todo el mundo.

Yo había pensado que el viaje empezaría a las 8:45 y terminaría a las 10:40 como decía la reserva del vuelo Girona-Frankfourt Hann, pero no. El viaje empezó en la estación de metro de Collblanc de la línea azul a las 4:40 y luego seguiría en la línea roja para llegar a la estación Arc de Triumf ubicada justo en frente de la Estación del Nord, de donde partiría el autobús que en el tiempo de una hora me llevaría a Girona. A las 7:00 de la mañana ya estaba en Girona, después de haber dormido escasos minutos durante el viaje; y nuevamente realizaría la acción más frecuente de cualquier viaje: esperar; esperar para entregar el equipaje, esperar para recogerlo, esperar el despegue, esperar el aterrizaje, en fin, esperar que finalice una cosa para esperar que inicie otra. (Y allí esperando en el aeropuerto escuchaba los mal pronunciados anuncios que a veces no sabía si eran dichos en castellano, inglés, francés, o que se yo, pero que curiosamente a veces entendía en catalán). Una vez en el avión, transcurrieron las poco más de dos horas que fueron suficientes para escuchar unos vallenatos de Carlos Vives, leer un cuento de Cortazar, y dormir un poco.

Antes de las 11:00 ya pisaba tierras alemanas y recorría el pequeño aeropuerto de Frankfourt Hann. Fugazmente impactado por la sensación de lo nuevo y distraído con la gama de artículos y souvenirs con motivo de la Copa Mundial no era consciente que la pequeña desatención me retrasaría casi tres horas en mi viaje. Una vez indagados y conocidos los horarios de autobuses me di cuenta que disponía de pocos minutos para alcanzar el próximo. Al salir del aeropuerto el helado y desolado paisaje no me clarificaba la dirección a seguir; de modo que tuve que volver a entrar para volver a salir sabiendo que debía caminar dos cientos metros a la derecha para llegar al estacionamiento. Caminar a toda prisa con mi equipaje en el hombro y llegar un minuto después no fue suficiente para alcanzar el autobús en un país donde la puntualidad no daba lugar a retrasos. Desde las 11:16 hasta las 14:00 debí esperar para tomar el siguiente autobús, que en dos horas de camino me llevaría hasta la estación central de Saarbrücken. Y fue casi hasta las 17:00 cuando volví a pisar una cama en el hotel en que me hospedaría por cinco noches antes de retornar a Barcelona en un recorrido no muy distinto.

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